DONDE DE VERDAD SE APRENDE
Las manos están embarradas, estoy en clase de escultura, mis compañeros de clase y yo estábamos conversando cuando llegó una alumna de la clase del otro grupo. Le dije que los apuntes estaban en mi mochila, yo no podía cogerlos para no ensuciar nada, y luego le pedí que me pusiera el dinero en el bolsillo, más a salvo.
El tutor se me acercó y me preguntó si era lo que él creía. «Por supuesto», le contesté. Y me replicó «Así no va a aprender». Casi me rio en su cara.
«¿Aprender? Aquí no se aprende, solo se cumplen con las obligaciones, para eso estamos aquí, nos entrenan para un futuro trabajo. Hay que ser puntuales, hacer cosas que no queremos, asistir a diario, incluso cuando se está enfermo a menos que se justifique. Cuando salgamos de aquí se repetirá el mismo cuento, pero en vez de tutor, se llamará jefe, y se seguirán las mismas reglas con el fin de obtener un sueldo que te pague un techo y comida, en lugar de un título que demuestre que sabes memorizar. Si con ello al menos conseguimos disfrutar un poco de los placeres que ofrece el dinero, creeremos que todo habrá valido la pena.»
La verdadera escuela es la vida, de ella aprenderemos nuestros errores, descubriremos nuestra meta y saborearemos los triunfos. Al menos, el día que aprendamos a vivir.