Saltar al contenido
experiencias tinder

3 De mis Peores Experiencias en citas Tinder

Tener una cita con la plataforma Tinder es algo que has de vivir una vez en tu vida por lo menos, ríete un rato con estas 3 de mis peores experiencias en citas Tinder.

¿Qué es Tinder?

Estoy dando por supuestísimo que la conoces, Tinder es esa famosa app para conocer gente, totalmente gratuita (o premium) y disponible a cualquier consumidor, en la que para filtrar tus opciones de búsqueda solo tienes que elegir el rango de distancia de tu futuro marido/mujer y su edad, luego colocar cuatro fotos tuyas y una descripción. Después es tan simple como deslizar a la izquierda si no te gusta su perfil o a la derecha si te gusta, si es recíproco, sale la palabra MATCH! y tienes la posibilidad de mensajear con esa persona. Fácil (y divertido).

App de Tinder

Juan, funcionario (o sea, poli). 38 años

La cosa empieza así: Yo un día de mierda en el que me cabreo con el mundo porque no tengo trabajo, ni dinero, estoy tirada en mi cama y he dejado de fustigarme por las cosas que he hecho mal en mi vida, solo estoy harta y asqueada de no estar contenta y que eso sea lo mismo de siempre, asique por una vez, en lugar de pensar como quiero que las cosas cambien, simplemente cojo el móvil y busco una manera de entretenerme más allá de la clásica app de juegos.

Abro Tinder, pongo tres fotos que tengo por ahí. Una de cuerpo entero, otra de mi cara y la última de viaje y contemplando el horizonte, (muy profunda ella). Luego, una simple y llana descripción que no ocupa ni 8 palabras. “Hay mucho más que la primera impresión”. Solo por llevar la contraria a la frase de “la primera impresión es lo que cuenta”. Rotundamente no, pues anda que no hay mierda detrás del escenario.

Anteriormente, daba likes incluso a tíos que no me gustaban solo porque la razón de estar ahí era que me aburría, pero comprendí que era un gran error, porque les inducía a pensar que tendrían alguna posibilidad conmigo, y eso se convertía en algo incómodo de llevar a la hora de quedar con el fulano en cuestión. De modo que esta vez deslicé a la izquierda cada vez que una cara me molestaba, que fue prácticamente todas las que vi (a excepción de la del protagonista).

Este sujeto tenía una foto en la cima del Teide, otra buceando, otra contemplando el horizonte tras el mar (como la mía) y por último solo la cara. Su descripción era que es sincero, inquieto y curioso. Por todos los factores que teníamos en común le di match, sin más.

Hay que decir que, hasta este instante, apenas habían pasado cinco minutos. Pues ya era recíproco, él me estaba esperando a mí.
Empezamos a hablar y la magia saltó al instante, la conversación se hizo amena y divertida en cuestión de segundos, aunque no tardó ni una hora en confesarme que solo estaba de paso, que la razón de su presencia en la app era para pasar los días de vacaciones. Así que por el feeling presente, acordamos vernos al día siguiente.

Sobra decir que durante el resto del día hablamos más veces… no voy a ir a lo loco por hablar solo una hora, ¿no? Por muy aburrida que esté, necesito preámbulos.

Ahora lo bueno.

Nos vemos las caras

Primero que todo, la hora de queda fue a las 5.30 pm, pero aparece a las 7,30pm. No se qué que surgió y blablablá, menos mal que yo estaba tranquilita en casa mientras hacía mis cosas, porque habría sido motivo de cancelación seguro. ¡A ver qué pasa aquí!

Cuando bajo, la primera impresión me la esperaba, a posta me puse mis tacones para no parecer un pitufo porque ya advertí (a causa de experiencias anteriores) lo que pasaría… Mide 188cm, asique aun así tenía que inclinar la cabeza hacia arriba.

Chocamos el puño para decirnos hola (ya dijimos que la quedada era sin ilusiones) y empezamos a caminar hacia el garito donde pasar la tarde-noche. Solo en ese trecho, me dejó más que claro que era friki, es más, se atrevió a llamarme friki a mí, A MÍ. Si concebía cierta esperanza para encontrar algo de chispa en la cita, se esfumó en ese momento.

Bueno, llegamos al bar y nos sentamos, y la cosa empezó a relajarse, creo que fue al quitarnos las mascarillas, sinceramente. El hecho de poder verle la boca a alguien da seguridad, o eso pienso ahora, nunca me lo había planteado.

Durante las dos horas que estuvimos allá, estuvimos hablando sin descanso ni silencio. Tenía una pregunta tras otra sobre mí, mi forma de ser, pensar y mi vida. Y obvio yo quería que hubiese un balance, así que me interesé por él también.

No es que fuera muy importante, pero hablamos sobre los viajes que hemos hecho, la familia, los estudios, y otros temas random que fueran cruzándose por la conversación. Me preguntó sobre la impresión que me dio verle, y fui sincera, me pareció que tenía unos ojos bonitos, de color del ámbar y con un toque de verde, y en sí la cara estaba bien compuesta, sin embargo, SIN EMBARGO, tenía cuerpo de comodidad total, y a mí eso me corta muchísimo el rollo…

 Pero bueno, todo iba rodando sin mucho esfuerzo hasta que empiezo a notar que el colega está cada vez más cerca, sus manos juegan con mi rodilla, agarrando mis dedos “sin querer”, y cuando me quiero dar cuenta su cabeza está invadiendo mi espacio vital.

“Perdona, me estoy empezando a sentir invadida, o sea, ¿ves esto? Es una burbuja de espacio vital, ¿no es muy grande, a que no? Pues tú estás aquí, sobrepasando el límite de lejos.” (Señalando con la mano el espacio frente a mi costado derecho)
– Aunque claramente me sentí como en el meme –

No dijo nada, se quedó riendo por lo bajo de la situación, su cuerpo se relajó hacia la pared y yo pude inclinarme tranquilamente hacia delante. Por lo que pensé, que el asunto quedó ahí. PERO NO.

Cuando salimos del bar, a solo dos pasos de la puerta va y me da un abrazo de oso, arrima cebolleta e intenta una especie de beso de esquimal con la mascarilla puesta mientras yo intento zafarme estirando el brazo como un gato cuando lo agarran pero no quiere que lo cojan. (Ojalá encontrara el meme que tengo en mente) En serio, fue como si me intentase comer Homer La Masa.

ep: la casa del árbol del terror XVII

Los siguientes diez minutos fueron una discusión sobre lo correcto-incorrecto del comportamiento civilizado. Él proclamando la injusticia del rechazo hacia el cariño y yo reclamando RESPETO por todo lo alto, teniendo en cuenta de que ni siquiera me había pedido permiso para cierto acercamiento. En fin.

Dado que estamos en alerta, (un show en la historia de la humanidad) no se puede estar en la calle más tarde de las 11pm, como en la época de Franco. Así que era hora de despedirse, por lo que le acompañé al coche.

En el camino yo ya no me sentía tan cómoda con él, más allá del intento de engullirme a cariños pre-desarrollados, estaba hablando como por cuarta vez de si por qué le había dado like o no a su perfil, (hablar dos veces ya es raro, cuatro es un poco insano) y además, mi conclusión final fue que para tener 38 años, sentía que estaba hablando con uno de 24 (y no solo por la forma de expresarse, sus movimientos escénicos ladeando la cabeza y colocándose el pelo daban mucho que pensar).

Pero aquí es cuando viene y lo remata.

«Ahora vas y la cascas»

Llegamos al parking, nos plantamos delante de su coche y me pide que le dé un beso en la boca. ¿HOLA?

Es curioso porque teniendo en cuenta lo rápido que piensa, lo bien que escribe, lo observador que parecía, de repente se salta todas las normas y se patina de esa manera. Pero lo más gracioso no es eso, lo gracioso es que durante el rato en el bar, ya me sugirió que nos lanzásemos a la piscina, pero no me lo tomé en serio… me pareció un tema de conversación como otro cualquiera. El saber si coincidimos en donde están nuestras bases, cuándo y por qué. Me pareció haber sido suficientemente clara cuando le dije que no le iba a besar.

Y sin embargo, aun lo intenta, ¿no te vale un NO como respuesta, eh?

Le digo que si puedo darle un abrazo esta vez, por el simple hecho de que es un abrazo de despedida, no sé si nos vamos a volver a ver y al fin y al cabo pese a lo rarito, me cae bien. Y cuando me engulle de nuevo y con su cabeza a escasos centímetros de la mía, me pide que le mire a la cara, que no me iba a besar. (Claro que sí amigo…)

Pues bueno, como no me fio ni un pelo me veo hablándole a sus tetas para decirle que no me parece buena idea y que se conforme con el abrazo. Y el muy cabezota, como quiere si o sí juntar morros, me agarra del cuello para sujetarme bien y besa mi mejilla al estilo abuela, así, frondoso y carnoso, uno en cada lado y con ruido incorporado. Para que no se me olvide. Mi cara era un poema.

Lo primero que siento cuando me suelta es el aire de vuelta. La liberación.


En realidad, me da rabia porque parece que estoy exagerando, y hasta me siento mala persona o fría con ese sentimiento de querer huir como si el amor me diera calambre. (¿En qué momento acabaron conmigo?) Por otro lado, si alguna vez me vi como él, agradezco haber evolucionado.

Fin de la historia, él se fue a su casa, yo a la mía y no sin un sentimiento de vaivén extraño por dentro. Las citas de Tinder son así.

Manuel, doctor en historia (en paro). 32 años

(Relatado a lo Bridget Jones)

9 de noviembre, 4 pm

La duda me sucumbe. Asique pongamos el contexto general, porque lo que son mis pensamientos y yo, hemos entrado en un impass.

Por lo visto estoy ligando de forma irrefrenada con un tipo al que no he visto en persona, solo un par de fotos en el que parece estar bien, alto, mandíbula cuadrada, hombros anchos y, en definitiva, mi imaginación hace el resto. Me imagino una especie de top model cañón que está soltero porque le importa más su futuro laboral que codearse con cualquiera.

El caso es que nos hemos entendido bastante bien, principalmente porque no le he tachado de decir idioteces, y porque me da la atención que me gusta recibir. Bien

El problema viene cuando me he dado cuenta de que me intenta seducir dentro de lo respetuoso, como un ganso presumiendo de plumaje, y me ha mandado un par de fotos vestido de traje creyendo que eso haría que se me caigan las bragas o algo.

Pero el caso, es que lo primero que pensé fue que estaba muy flaco, y además observé horrorizada que se atrevió a ir a una boda con traje y deportivas, y no de las blancas que dicen “ey, lo hago a posta”, si no negras, para camuflarse. Y que a parte en poco (relativamente poco) que hemos hablado, ya me ha dejado claro que está tan pelado, que nunca se ha comprado un coche. Y que sí, que tenía sus razones, pero si no puede permitirse lujos a sí mismo, a mí menos.

¿Y ahora que hago yo? Después de unas cinco horas de conversación me parece feo y descarado hacerme la ocupada, tampoco me interesa fingir interés, mucho menos decirle que no se ilusione porque desde ya, le he tachado. La verdad es que yo misma me pregunto si es para tanto o estoy dramatizando.

Pero si estoy dramatizando, será porque de algún modo vuelvo a ser condescendiente, tratando de permanecer sujeta y fija a una relación que de una manera u otra ya ha empezado, y que por no herir a nadie me estoy aguantando con pensamientos que ya no me hacen ninguna ilusión. Tengo claro lo que quiero y se que eso no me va a venir así a la primera… porque, ¿y si por tantear con él, el que realmente está predestinado para mí está esperando innecesariamente?  Así que ahora qué, ¿intento ser madura y frenar de manera que no se note y dando tregua a la situación por si me equivoco?, ¿sabré hacer eso?

7.50 pm

Han pasado horas, no he hablado con él, pero de verlo como un guapo doble de Nek (el de Laura no está) ahora veo a un flacucho bajito y sin estilo.

10 de noviembre, 5 am

Estoy contenta, aunque la idea que tengo sobre él me marea. Cada vez que le imagino mi mente no decide si verlo como alguien interesante o como un pringado.

Por un lado, es un chico que va cada día al gimnasio, responsable con sus deberes y con el que la conversación se hace llevadera. Se nota que piensa las cosas antes de decirlas, parece como si, aunque no fuera a funcionar un romance entre nosotros, igualmente podríamos ser amigos, y eso es raro en un tío. (O por lo menos que lo diga en serio)

Por otra parte, me hace dudar de que exista alguien irresistible que se pase horas enteras hablando conmigo y descartando cualquier otra posibilidad teniendo en cuenta que estamos a kilómetros, no me hago a la idea de que un chico guapísimo de porte sea tan serio en ese aspecto.

La verdad es que ya en mi mente es como si tuviera una tragaperras intentando coincidir las hileras con un tres en raya decente y con sentido, basándome en las partes de su cuerpo y personalidad.

Psd. Le expliqué lo de las deportivas, me dijo que tomaba nota. 

14 de noviembre, 9 pm

En estos días hemos seguido hablando por horas diariamente.

Le he confesado que no me hacía a la idea de él, hemos intercambiado el Instagram, para ver más fotos, y desde luego, lo suyo tiene delito, porque inexplicablemente se ve bastante atractivo en algunas fotos, pero en otras sale pálido y “escuchimizao”… pero bueno, daré por sentado que en persona gana, ya que las fotos nos sacan los peores defectos (si no eres fotogénico y no las editas).

En cuanto a su personalidad todavía sigue sorprendiéndome, porque no ha habido ni un solo momento en el que haya sido desagradable conmigo, al contrario, da apoyo cuanto menos cuando expresas dudas o cuando cuentas que algo no te gusta. No te corrige si te has patinado y se muestra amable constantemente.

Ayer sin ir más lejos, estuvimos hablando sobre nuestros ideales con respecto a una posible pareja, sobre cuales son los rasgos que nos llaman la atención tanto a nivel físico como personal, y me gusta ver que podríamos tener bastantes puntos afines que nos pudieran unir el día de mañana, aunque no encajamos como dos piezas de puzzle ni nada, de momento no hay nadie perfecto para mí.

17 de noviembre, 4.50 pm

Bueno, que te parece… perdí la señal.

Si me faltaba aprender algo más sobre los hombres, éste ha sido un momento decisivo.

Resulta que ayer me despierto, y a causa de una llamada que recibe mi madre, me entero de que tiene que salir en treinta minutos hacia la capital, y dado que estamos confinados, OTRA VEZ, no veía otro momento mejor para subirme al carro.

Avisé a Manuel de inmediato y le propuse vernos en hora y media, aceptó.

Una vez llegué tuve que esperarle treinta minutos más, porque por lo visto da igual que uno use el whatsapp para avisar con tiempo, que tienen que hacerla esperar igualmente…

Al vernos, no me sorprendió ya su aspecto, porque finalmente hice una buena construcción mental de lo que iba a encontrarme, aunque la posibilidad de que por lo menos tuviera buenos hombros, teniendo en cuenta que practica como mínimo 6 horas de ejercicio a la semana, era algo que me hacía mantener la esperanza. Pero no, lo vi flaco y me recordó a mi mejor amigo de la adolescencia.

Comenzamos a andar y estuvimos charlando animadamente de nuestras anécdotas personales, caminando por parques y atravesando toda Sevilla en dirección Triana para comer juntos en su casa.

Vivía en un apartamento junto con otros estudiantes, y eso me hizo recordar mis tiempos, por lo que en el fondo no me sentí nada cómoda por estar ahí, más aún, me habló de pedir comida para llevar…. La bronca “amistosa” fue buena.

» ¿Cómo que para llevar?» La comida para llevar se inventó para que holgazanes/ enfermos/ gente super ocupada pudieran comer comida cocinada por un restaurante sin moverse de casa, pero nosotros ¡veníamos de la calle! Así que decidimos ir a un restaurante que estuviera cercano a la estación de autobuses.

No sin antes tomarnos una cerveza mientras me contaba, cual anécdota personal, una historia sobre un gato llamado Oskar en la Segunda Guerra Mundial. Para lo que vino a continuación yo me lo olía de escasos 10 minutos antes, cuando peligrosamente su postura y situación física se encuentra demasiado cerca, tanto, que olí su aliento.  Me levanté de la cama, me volví a colocar las botas y me preguntó mientras hacía de barrera frente a la puerta de salida, QUE SI PODÍA BESARME. Me senté sin dejar de mirarle y dije: NO.

¿Por qué no dejan que vaya yo? Está claro que son malísimos leyendo el lenguaje corporal, porque sinceramente, no le hablé con vocecita de niña (coqueteando), ni le acaricié (o toqué), ni le pedí con la mirada que se lanzase, no flirteé de ninguna de las maneras, ni raras ni habituales… es más, ni siquiera dejé que me invitara a la cerveza.

Dijo que no me lo iba a preguntar más, que lo sentía y seguimos con el plan, porque a fin de cuentas había que comer y faltaban horas para coger el bus. Fue muy raro y no muy bien gestionado, porque a ver, pudo haber esperado a antes de que me fuera, ¿no? Así ninguno tendría que notar la tensión de los minutos posteriores. Dios.


Menos mal que la comida fue agradable, sin embargo, él siguió dándole vueltas, volviéndome a pedir disculpas junto con cierta frialdad de más añadida a la relación.

Y hoy no sé nada de él, le he hablado pero por lo visto, ya no entro en sus prioridades, y eso que dijo que no iba a ser de esos que desaparecen cuando les dan calabazas. Já.

En cuanto a la moraleja que saco del asunto y sin tratar de hacer ninguna rima que se convierta en dicho popular, diría que no porque el chico sea menos atractivo que tú e incluso más inteligente, no va a evitar patinarse a la hora de forjar una relación íntima, va a tomárselo así como “de perdidos al río”.

Así que ya me queda claro que si tengo que hacer migas con un chico a través de la red, me asegure de que no le voy a dar plantón por feo antes de quedar. Suena cruel, pero soy sincera.

Lo de las relaciones es una cosa peliaguda, con ellas aprendemos más de nosotros mismos en el sentido más doloroso, cuando se trata sobretodo, de relaciones kármicas. Por eso te recomiendo que leas el post de abajo:

Valerio, peluquero italiano. 28 años (actualmente 32)

A diferencia de los otros, Valerio fue uno de los que conocí nada más instalarme la aplicación por primera vez.

Yo estaba en una reunión con mi equipo de trabajo, quedaban solo unos minutos para que nos marcháramos a casa, y fue cuando contestó al match. Apenas hablamos 5 minutos y me sugirió que nos viésemos esa misma noche, yo le dije que me encantaría, y que si le era posible, quería que nos viésemos en cuestión de treinta minutos en un punto medio, donde quedaba un rocódromo al que a mi me gustaba ir para entrenar y distraerme.

Al final nos vimos en una cafetería que quedaba en la plaza de España, así que nada más llegué a casa me cambié y fui a mi encuentro con él acompañada de mis dos perritas.

A partir de aquí, todo fue una montaña rusa.

Nada más verme, casi se atraganta, yo creo que se reía de mi la verdad, se me quedó mirando con los ojos muy abiertos, él y los que habían en las mesas de los costados. Se ve que nadie antes trajo perros a esa zona que se veía tan chic, tendría pinta de hippy o algo.

Obvio me pareció de mal gusto, pero… preferí pensar en positivo y averiguar con una conversación si la reacción no fue por algo malo. En cuanto estuvimos hablando un buen rato, nos dimos cuenta en seguida que nos entendíamos muy bien, pensábamos igual, teníamos la misma perspicacia y en no mucho rato acabamos mirándonos como si hubiéramos encontrado nuestra alma gemela en los ojos del otro.

Cuando nos hartamos de estar sentados en el café, decidió acompañarme un trozo a casa. Fue ahí cuando me empecé a dar cuenta de que él tenía síndrome «yoista», no paraba de hablar de él, de su pasado, de su madre, sus ex-parejas y ex-amigos, y todo el rato en pasado. ¡Estaba amargado! Al cabo de unos cuarenta minutos dejé de prestar atención a su discurso y de asentir como si me importara, ya que parecía que no le preocupaba saber si me interesaba o no, yo en sí no parecí interesarle, ya que no me hizo ni una mísera pregunta respecto a mí.

Antes de que llegásemos a mi casa estallé, no podía soportar ni tanta negatividad, ni tanta egolatría a partes iguales. Así que me dijo adiós dando por supuesto que no volveríamos a quedar. Yo solo quería irme a descansar.

La telaraña

Cuando me levanté a la mañana siguiente le mandé un whatsapp con un emoji, la telaraña 🕸, a lo que él respondió: 🕷.

¿Por qué lo hice? Supongo que me atrapó quieras o no la noche anterior, al hablar en el bar, mientras nos mirábamos profundamente a los ojos. Quise darle una segunda oportunidad, así que le sugerí quedar en la playa. Era verano, ¿qué mejor plan?

Una vez allí, tumbados en la arena me dijo que entendía de la cita que hiciéramos borrón y cuenta nueva. Lo que me encuentro de repente, es que el tipo miraba a todos los que pasaban a nuestro al rededor, haciendo críticas brutales sobre su aspecto físico. Me quedé mirándolo, incomodísima, por el simple hecho de que las pocas veces que yo hacía eso me lo guardaba para mí, así que verme desde fuera fue algo que no me esperaba. Pero no dije nada, ya meditaría sobre el asunto más tranquila en vez de estallar de nuevo. Él se dio cuenta al poco que no le seguía el rollo y captó la indirecta.

Una de las cosas positivas que no le pude negar era que tenía mucha rapidez para comprender las cosas que veía, y a mi me caló rapidito.

A la tercera cita me invitó a su casa, pero muy a mi pesar, no quería nada sexual conmigo. Yo le gustaba, me lo dejaba claro, digo a nivel físico. Pero cuando me tumbaba pegada a su lado en el sofá, muy cerca de mi cara, ni siquiera me besaba. En cuanto era evidente que eso me traía dudas me dijo que estaba tan ofuscado con su vida, que no le salía el instinto sexual. Inerte, como un niño.

Lo cual intenté respetar y a la vez, provocar. Mientras que no se decidiera yo seguiría jugando con la app, pero en cuanto vio eso, me besó. Y me gustó. Y también me gustaron otras cosas que se le daban bastante bien…❤

A la m***** todo

Ya parecía que estábamos en una relación hiper seria que no paraba de sufrir altibajos. De hecho, todos los amigos con los que tenía más contacto por entonces, me preguntaban sobre él, a quien yo empecé a llamar: EL ITALIANO GUAPO DE LAS 5 CITAS. Aunque acabaron siendo más.

La cosa es que de su boca seguía saliendo mucha negatividad, a parte de humo de cigarros, era, digamos, alguien que no tenía demasiada tolerancia hacia aquello que no le salía como él quería, y en aquel momento de mi vida, yo necesitaba estar todos los días de buena onda, porque trabajaba de comercial, y ese curro es maligno.

Sucedían cosas como que me insultara en italiano solo porque no lo entendía, a no agradecer gestos como que le fregara los platos cada vez que me invitaba a una pizza en su casa, a que no le interesara ni un poquito mi vida personal. Sencillamente se sentaba en el sofá a fumar y bueno, ahogarse en sus frustraciones entre cortinas de humo.

Quiero pensar que si se percataba de que los únicos buenos momentos que parecía tener eran conmigo, lo que no hacía era agradecer. Y un buen día, el día de su cumpleaños concretamente, me molesté en darle una sorpresa. Le compré un pastelito y unas velas, fui a verlo a su casa y llamé a la puerta con las velas encendidas, queriendo que las soplara nada más verme con ello en la mano. (Soy una ñoña, lo sé)

No sólo las repudió con la mirada, en cuanto sopló, me dijo que su deseo de cumpleaños fue que alguien se muriera. No se por qué, pero aquello me dolió un montón. Ese día vi que esa persona no me convenía para nada, me hizo llorar a más no poder de camino a mi casa, cuando me demostró que no quería cambiar de actitud, y que me dijera que mi rol en las parejas era de «enfermera». Que me atraía salvar a las personas…

Pues eso, que me tenía bien calada.

Así que me hice un favor y tomé el poder personal de alejarme, aunque quisiera que esa vez me salvasen a mí. Pero tenía que hacerlo yo, sin más.

Otras muchas, pero en resumen

Yo empecé a usar la aplicación por primera vez hará cuatro años desde esta fecha, y lo que me ha quedado claro es que uno se mete en esa aplicación porque no ve la manera de toparse con la gente que cree que le interesaría tener cerca, ya sea porque se pasa la vida trabajando, porque no encajan sus intereses fácilmente con los de otros, o porque eres nuevo en un sitio y quieres nuevos contactos… y en fin, es un «mercado de carne» que te ayuda a filtrar y pasar rápido al lio, en más de un sentido, pero no creo sinceramente que las relaciones deban funcionar así.

Igualmente quiero dejar claro y en constancia, que se pueden hacer amigos en Tinder, hay toda clase de chicos y algunos creen inocentemente que algún día tu cerebro hará clic, y entonces te vas a enamorar mágicamente de ellos porque habrás podido ver, con el tiempo, que valen la pena. Yo personalmente creo que si la chispa no sale al poco, es que no va a salir. ¿Me equivoco?, Déjamelo en los comentarios 🙂

Si al final prefieres quedarte sol@, te recomiendo:

¡Echa un vistazo a mi tienda si te ha gustado el artículo! (aunque también puedes valorar con una votación encima de los comentarios)👍🏼

5/5 - (2 votos)

3 comentarios en «3 De mis Peores Experiencias en citas Tinder»

  1. Me ha encantado tu publicación. De verdad qué falta me hacía. Yo soy chico y me interesan los hombres, pero no suele haber mucha novedad en el mundo gay que la que has reflejado.

    A veces pienso para que uso Tinder, me la he desinstalado muchas veces. Mis pocas quedadas (contadas con los dedos de una mano) han sido desastrosas porque he ido con una formalidad (de las de antes pega decir) y he recibido confusión, rareza como tú dices. La mayoría de gente son de fuera y están de paso. Y yo intento aferrarme a la ilusión de que hay algo bueno y que se utiliza para <> en el amplio sentido de la palabra, pero no suele ser así. Y yo particularmente me considero algo bicho raro y más atípico a la mentalidad común.

    Leyéndote me has alumbrado mucho. Gracias y espero que sigas escribiendo!

    1. Gracias Jonatan 🙂 Y si, ¡seguiré haciéndolo!

      Creo que si decides seguir utilizando la app lo mejor es escribir en la descripción lo que sientes, a fin de cuentas es una comunidad y creo que lo mejor es ir de frente, a nadie le gusta perder el tiempo. Un abrazo

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: